Lo que no sabías de los autocinemas

Hoy en día, las películas nos acompañan con un sinfín de historias de diferentes géneros y para todos los gustos, desde romance y comedia, hasta acción, misterio y terror. 

Ahora que, si le sumas la compañía de tu mejor amigo, tu familia o tu ligue en un lugar íntimo y cómodo, la experiencia frente a la pantalla se disfruta al doble, o al menos así lo pensó Richard M. Hollingshead, quien montó el primer autocinema en Nueva Jersey en 1933. 

Mágica compañía en el autocinema.

¿Qué llevó a Hollingshead a inventar los autocinemas? 

Una de las teorías afirma que la mamá de Hollingshead era una persona con obesidad y por ello no se sentía cómoda en ninguna butaca, así que él no dudó en buscar una solución.  

La otra versión asegura que el magnate quería impulsar el uso del auto, así como los productos Whis, teniendo por eslogan publicitario: “cada quien en su propio palco”.    

“Cada quien en su propio palco”.

Sea cual sea la razón que llevó a Hollingshead a crear esta nueva manera de ver películas, lo cierto es que fue un gran éxito que rebasó incluso las ventas de los cines convencionales, siendo así que, para 1956 los autocinemas se habían extendido por toda la Unión Americana.  

¿Por qué triunfaron los autocinemas? 

  • Eran mucho más baratos que los cines convencionales, porque con un solo boleto podían entrar todos los que cupieran en un carro, en modo “auto sardina”. 
  • Podías llevar tus propias botanas y hasta tomarte unos tragos de alcohol mientras disfrutabas el film 
  • Los carros eran el lugar ideal para romancear o pasar una tarde de besos con tu pareja.

    Diversión en tu propio auto.
  • La calidad del audio de las películas era increíble, pues se transmitía por medio del radio de los autos.  
  • El sitio en el que se ubicaban fue diseñado de forma ideal, tenían rampas para que los carros se inclinaran ligeramente hacia atrás y no se obstruyeran la vista entre sí. 
Colocación ideal para los autos. 

El fin y el regreso de los autocinemas

A pesar del gran éxito de los autocinemas, en los años 80 muchos quebraron, pues con la llegada de las nuevas tecnologías, como las televisiones a color, el VHS y Beta, ya podías ver películas en pijama y pantuflas desde la comodidad de tu casa.  

Disfrutando el cine en casa.

Actualmente, debido a la pandemia, en México y en otros países se han vuelto a colocar nuevos autocinemas que han sido recibidos con gran agrado por parte de los visitantes; así que, tal vez hemos vuelto un poco a una manera antigua y diferente de ver cine.  ¿Y tú, ya viviste esta increíble experiencia? 

Lugares favoritos para bailar, disfrutar y ser feliz en la Ciudad de México

En (casi) tres años que llevo habitando esta paradójica urbe, no he dejado de ser un animal de costumbres y me confieso culpable de no vivir al máximo la aventura y la infinitud de posibilidades para divertirse que ofrece una ciudad de millones. En realidad, creo que no conozco ni la tercera parte de esas opciones y me he quedado con zonas y lugares específicos que he ido repitiendo conforme mis ganas, los días y/o las personas con las que salgo. Sin embargo, eso no quiere decir, que de entre esos pocos, no tenga mis favoritos.

11891127_1141774212503208_2529092714919418622_nAsí, por ejemplo, si tuviera que elegir uno para ir todos los fines de semana sin llegar a aburrirme (creo), en primer lugar, mencionaría la UTA (Unión de Trabajo Autogestivo, según dice en su propio sitio web). Todo el mundo me dice que antes era mejor, que ahora ya es una cosa sin pies ni cabeza… pero yo apenas tengo (casi) tres años en el D.F. y apenas empecé a ir el año pasado, así que… con lo que hay, me quedo. Antes, me dicen, era “más oscuro”, se percibía más esa atmósfera gótica que atraía a tantos adeptos al movimiento. Como el Chopo, supongo (al que tampoco he ido, por cierto). Y ahora, toda esa mezcla de gente tan distinta… de la que también soy parte. Este lugar despierta mi lado “dark”, que está todavía latente como cuando era universitaria, y ahí vuela libre junto con mi otro yo ochentero y sentimental. Tan felices los dos. Por cierto, esta descripción de la fauna humana que asiste a ese bar, que encontré en la página de Time Out, es la mejor:

“[…] antes predominantemente oscuro, este bar es ahora una sopa de tribus urbanas que resulta fascinante. Aún es el espacio perfecto para decir ‘hola, soy darks’, pero también abundan los punks, los roqueros, los medio hippies, algún godín colado, uno que otro fresa perdido y extranjeros que quién sabe cómo llegan, pero que todo el tiempo parecen tener cara de estar haciendo el estudio antropológico de sus vidas mientras recorren la magnífica casona de tres pisos que aloja a la UTA desde hace más de 13 años.”

Por cierto, que tienen dos sedes: la del Centro, que es mi favorita (Donceles 56 y 58) y la original, y la de Santa María La Ribera (Insurgentes Norte 134), a la que nunca he ido, pero sí que fui a su predecesora en la Roma un par de veces. A esta última, para diferenciarla, le llaman “Paranoid Visions”. En fin, si no han ido y les laten estos rollos, vayan, no se arrepentirán.

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El segundo en mi repetitiva lista es uno que nació del proyecto UTA y que, de hecho, lo acabo de descubrir, era parte e incluso se encontraba en el mismo edificio, de este grupo: el ahora conocido como Real Under, antes llamado UTA Underground, cuando eran uno solo. Aquí he estado, creo, sólo un par de veces, pero las dos veces me lo he pasado muy bien, bailando sin parar. La música, como era de esperarse, es muy similar a la del primero, y el concepto también: aunque el lugar es más pequeño y sólo tiene dos pisos (la UTA tiene tres), pero en cada sala, hay un ambiente distinto, como en el ya mencionado bar. Éste está en la Roma, en Monterrey 80, entre Insurgentes y Durango.

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El tercer lugar que mencionaré es la Legión Americana, un bar recóndito de la Condesa, al que se llega por casualidad. Está en una de las calles más apartadas del jolglorio “condechi” (Celaya 25), y es el único bar (hay un par de restaurantes en las esquinas del otro extremo) de la calle. No se anuncia con grandes luces o marquesinas, su fachada es blanca y uno no daría un duro por el lugar, que parece más bien lúgubre. En un inicio, porque luego, pasando al hombre de la entrada (que a veces pide identificación, depende de cómo te vea) y la pesada cortina de terciopelo, la mayor parte del tiempo, es una fiesta. Normalmente hay DJs invitados, que ponen buen ambiente. El lugar es más bien pequeño, pero tiene varios cuartos en los que se puede estar tranquilo si no quieres bailar. También se puede cenar. Sólo una vez me ha tocado desierta, pero casi siempre hay buen ambiente. La Legión se llama así porque antes era una casa de convalecencia para expats veteranos del ejército americano, precisamente. Ahora, además de bar, fiestas y brunch, tiene una pequeña librería en el piso de arriba con una selección de libros en inglés, Under The Vulcano Books, a la que, desgraciadamente, nunca me ha tocado entrar.

En fin, creo que ésos, en resumen, son mis tres lugares favoritos para “fiestear” o, aunque sea, sólo tomar una cerveza con amigos, sin embargo, me quedan muchos pendientes y que puedo mencionar de pasadita: Black Horse, El Marrakech, El Jacalito, Cine Tonalá, Pulquería Insurgentes, el Wallace, etcétera.

Y, no es por nada, pero las pocas fiestas que he organizado acá, siempre me han salido muy bien… creo que el Distrito Federal siempre está listo para divertirse. 🙂