La misteriosa epidemia de baile

La danza es el lenguaje oculto del alma.
Martha Graham.

En los días en que estamos melancólicos, un buen baile puede ser la solución para alegrar nuestra alma y olvidarnos de los problemas al ritmo de la música. Pero, ¿te imaginas ser dominado por los movimientos de tu cuerpo y no poder parar de bailar? Aunque suene increíble, esto ocurrió hace cientos de años en la llamada epidemia de baile.

Todo empezó un día de julio de 1518, cuando una mujer llamada Frau Troffea salió a las calles de Estrasburgo, Francia, y empezó a bailar desenfrenadamente, no podía parar, su cuerpo parecía poseído por el movimiento. Danzó sin descanso por cuatro días, hasta que su cuerpo no pudo más y falleció.

Durante este tiempo se unieron al baile otras 34 personas y meses después ya eran un total de 400 y todas tuvieron el mismo desenlace: cayeron muertas por infartos, agotamiento, invalidez de piernas, derrames cerebrales, etc.

Fuente: El mundo del misterio.
 ¿Un remedio equivocado?

Esta situación preocupó a las autoridades y a la nobleza, por eso pidieron consejo a los médicos, quienes aseguraron que era una enfermedad ocasionada por un exceso de sangre caliente. Pero en lugar de aplicarles las “sangrías” que se acostumbraban en esa época, decidieron dejarlos bailar día y noche, porque creían que solo así se curarían de la rara enfermedad.

Las autoridades pusieron “manos a la obra” y contrataron diferentes músicos que tocaban las 24 horas, se abrieron salones de baile y se construyeron escenarios. El remedio no sirvió de nada, los bailadores no paraban de danzar hasta que la muerte los alcanzaba.

Fuente: Gifer.

Inexplicablemente —así como llegó— la plaga de baile por fin terminó en septiembre de ese mismo año. Actualmente no se ha encontrado el origen de ese extraño hecho, pero quedó marcado en la historia, y aunque ya se tenía registro de otros 10 sucesos parecidos anteriores al de 1518, de este es del que se tiene más información.

 Bajo los efectos de psicoactivos

Eugen Backman explica en su libro Bailes religiosos en la iglesia cristiana y en la medicina popular, que el origen de la epidemia de baile pudo haber sido una intoxicación alimentaria.

La gente de la región comía pan hecho con centeno o cebada, se cree que estos pudieron contaminarse de principios psicoactivos de los hongos del cornezuelo que crecen en los granos del trigo. Estos hongos están relacionados con el LSD-25 y de acuerdo con Backman, esto provocó efectos en la corteza cerebral de las personas. Sin embargo, hay quienes descartan esta posibilidad, ya que el LSD-25 provoca visiones, pero no da tanta energía para bailar.

Fuente: Imagui.
 Psicosis masiva

La teoría de John Waller, autor del libro Tiempo de bailar, tiempo de morir, dice que se trató de una histeria colectiva. Los habitantes de la región acababan de pasar por grandes crisis de hambrunas, enfermedades y estrés, esto pudo provocar una psicosis masiva. Estaban sumergidos en el temor y la desesperación, por eso entraron en un estado de trance, bailar fue la forma en que su mente y su cuerpo buscaron liberarse de esas sensaciones.

Esta última teoría es una de las más aceptadas, pero aún no se sabe con certeza si fue la verdadera razón que llevó a decenas de personas a entregarse al baile hasta morir.

 

 

Los maravillosos beneficios de la música

La música se ha convertido en la cómplice ideal a lo largo de nuestra vida, tanto en los días nublados en que nos invade la melancolía, como en los alegres, cuando solo queremos bailar sin control. Al poner play nos olvidamos de lo que nos rodea, nos transportamos a otra época, revivimos recuerdos y emociones, a muchos hasta se nos pone la piel “chinita” al oír nuestra rola preferida. Además, tiene otros beneficios que tal vez no conocías.

Cambia el estado de ánimo: la música —alegre o triste— nos hace más felices; según científicos del Instituto Neurológico de Montreal y de la Universidad McGill, en Canadá, al escuchar música nuestro cerebro libera dopamina, un increíble neurotransmisor que nos da placer y bienestar. Incluso cuando estamos nostálgicos, aunque escuchemos canciones tristes, al final terminamos con una sensación de paz, algunos expertos creen que esto sucede porque hacemos catarsis.  

Tomada de Pinterest.

Reduce el dolor: el cerebro libera endorfinas que nos hacen sentir bien y actúan como analgésicos naturales que disminuyen el dolor. Se ha comprobado que, si nos ponen música tranquila durante una cirugía, sentiremos menos dolor postoperatorio. 

Cambia la frecuencia de funciones corporales: definitivamente no toda la música es igual y en gustos se rompen géneros. Mientras que la música rápida como el rock, el metal o la electrónica aceleran nuestra frecuencia cardiaca, respiratoria y aumentan la presión arterial; la música lenta como la clásica, celta o instrumental tiene el efecto contrario, disminuye estas funciones corporales y nos tranquiliza. 

Tomada de El Definido

Mejora habilidades mentales: si eres de los que les cuesta memorizar información o adquirir nuevos aprendizajes, tal vez debas escuchar más música —clásica, sobre todo— o tocar un instrumento, porque de acuerdo con un estudio de la Universidad de Helsinki, la música activa los dos hemisferios del cerebro, incrementando nuestra retención de información y aprendizaje.

Fortalece el sistema inmunológico: cuando estamos estresados, en el cerebro se incrementa la liberación de una hormona llamada cortisol, esto hace que baje nuestra respuesta inmunológica y nos enfermemos fácilmente. Por el contrario, al escuchar música estamos en paz con nosotros mismos y aumentan nuestras defensas. 

Tomada de Ecoosfera.

¿Tienes algún género musical que te ponga contento en pocos segundos?, pues ahora que ya conoces algunos de los beneficios de la música, no dudes en poner tu playlist favorita a todo volumen. 

10 años

Diez años se escribe fácil y se dice más fácil todavía, incluso hasta con un poco de nostalgia o añoranza al recordar un momento, un disco, una canción, un libro, una película o algún evento que dejó huella en nuestra vida.

Hace diez años era 2011 y comenzaba con la edición 32 del Rally Dakar que desde 2009 hasta 2019 recorrió Argentina y Chile —antes comenzaba en París, continuaba a través de los desiertos de África y concluía en Dakar— es una de las competencias de motor más duras porque se recorre una distancia total de entre 8,000 y 9,000 km enfrentando intensos desafíos que ponen a prueba todas las destrezas del piloto, entre ellas fortaleza mental, resistencia física y experiencia, además de las técnicas, por supuesto, como el control del vehículo.

Tomar la decisión de emprender es más o menos parecido al Rally Dakar, porque es la pasión por algo que disfrutas lo que te mueve a dar los primeros pasos, arriesgar y seguir, sin importar cuántos y qué tan difíciles sean los obstáculos a los que te enfrentas —los conocidos y los desconocidos—. En mi caso fue escribir, lo había hecho desde la Universidad, para revistas, periódicos, gacetas, sin importar que no me pagaran en un principio, lo que quería era escribir y ver mi nombre publicado.

Muchos años más tarde llegaba el 2011 y con él mis planes de “dominación mundial” —insertar risa malévola—, que iban tomando la forma de una agencia editorial dedicada a escribir, escribir y escribir. “Allá afuera hay muchos que necesitan alguien que les ayude a contar sus propias historias”, pensé. Así entonces es que se apareció abril en el calendario, un buen mes para sacar punta a los lápices y preparar las libretas. 360 contenidos y publicidad on demand, hoy de cariño: 360 Agencia Editorial, estaba lista para ponerse a escribir.

Diez años más tarde, aquí estoy escribiendo, y para este blog post quise seleccionar momentos que considero importantes e interesantes en la historia de aquel 2011, porque para mí marcó el inicio de un rally raid profesional y personal que ha tenido prácticamente de todo: acción, comedia, drama, suspenso —terror, seguro—; pop, rock, jazz, disco, hasta cumbias, norteñas y banda. Otro tanto de logros desbloqueados, anotaciones, faltas, triples, match points y knock outs. Un poquito de realeza, dragones y frases célebres: “Winter is Coming”.

Entonces, aquí vamos:

Febrero. El basquetbolista norteamericano Ray Allen pasa a la historia de la NBA tras anotar su triple 2,561. Superando a Reggie Miller.

Marzo. Tras 39 vuelos, el transbordador espacial Discovery se lanza hacia su última misión, la STS-133.

Abril, 13. 360 Grados Agencia Editorial inicia labores desde una oficina “virtual” en Polanco, preparando contenidos para la primera edición de un festival de animación y videojuegos.

Abril, 15 . En Guadalajara se declara el Día Mundial del Arte durante la XVII Asamblea General y Congreso de la Asociación Internacional de Artes Plásticas (AIAP).

Abril, 17. HBO cambia la vida de 2.2 millones de televidentes con el primer capítulo de la primera temporada de Game of Thrones titulado: “Winter is Coming”.

Abril, 29. El príncipe Guillermo de Gales se casa con su novia de toda la vida, la terrenal Catherine Elizabeth Middleton (William y Kate).

Mayo. Después de 25 temporadas, finaliza la transmisión del programa de televisión The Oprah Winfrey Show.

Junio. Google lanza su red social, Google+ (RIP).

Julio. En Los Ángeles se lleva a cabo la premier de Captain America: The First Avenger.

Agosto. Steve Jobs renuncia a su cargo de CEO de Apple, dos meses más tarde fallece a los 56 años.

Septiembre. Llega Snapchat al mundo de las redes sociales.

Octubre. Abre sus puertas Legoland Florida, el parque temático más grande del mundo.

Noviembre. En la entrega 39 de los American Music Awards, Taylor Swift y Adele son las grandes ganadoras de las categorías artista del año y artista femenina favorita de pop/rock respectivamente.

Diciembre. Los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León logran ganar el Torneo Apertura 2011 ante Santos Laguna luego de 29 años de sequía.

Y para cerrar con el festejo y el recuento, les comparto unos modestos Top 5, con un par de extra para escuchar.

Películas

Acortar las listas es un reto, porque invariablemente habrá alguien que esté en desacuerdo. Para evadir la culpabilidad citaré al crítico de cine y cineasta Scout Tafoya, colaborador en RoberEbert.com: “2011 no solo albergó algunas de las mejores películas artísticas de nuestra época, sino que también supuso una revolución en el lenguaje de las películas taquilleras”, a continuación, su selección —que no es un Top 5.

  • Drive
  • The Three of Life (El árbol de la vida)
  • Once Upon a Time in Anatolia
  • Keyhole
  • Contagion
  • The Adventures of Tintin
  • Sherlock Holmes: A Fame of Shadows

Series

Pensé en que lo correcto sería guiarme por los ganadores del Golden Globe o Emmy, pero en realidad es que me deje ir por las conversaciones con amigos y compañeros de trabajo, este es el resultado:

  • Game of Thrones
  • Teen Wolf
  • American Horror Story
  • Black Mirror
  • Grimm

¿Alguien habrá visto Pan Am? Yo sí.

Videojuegos

Para esta lista, decidí que lo mejor era acudir a la lista de Ganadores de los Video Game Awards 2011

  • The Elder Scrolls V: Skyrim – juego del año y mejor RPG
  • Batman: Arkham City – juego de acción, aventura; mejor adaptación y mejor juego para Xbox 360
  • The Legend of Zelda: Skyward Sword – mejor juego para Wiii, mejor juego con control de movimiento.
  • Portal 2 – mejor juego para PC, mejor multijugador, mejor contenido descargable: Peer Review.
  • Uncharted 3: Drake’s Deception – mejor juego para PlayStation 3 y mejores gráficos.

Libros

Stieg Larsson planeaba escribir una serie de 10 libros, de los cuales solo logró escribir tres que se publicaron de manera póstuma tras su repentina muerte en 2004.

En 2011 la lista de libros de ficción mejor vendidos del New York Times publicaba en el lugar dos, tres y cuatro, las para entonces ya famosísimas historias de Larsson:

  • Los hombres que no amaban a las mujeres (The Girl with the Dragon Tattoo)
  • La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina (The Girl Who Played with Fire)
  • La reina en el palacio de las corrientes de aire (The Girl Who Kicked the Hornet’s Nest)

También conocidas como la serie Millennium. En 2013 el periodista y escritor David Lagenrcrantz fue contratado por la editorial sueca Norstedts para continuar con la saga de Larsson, quien hasta 2019 ha agregado tres novelas más a la serie.

Música

Desde una búsqueda y selección vía Spotify

Rock

Hits

🙂

10 cosas que aprendí de David Bowie (parte 1)

David Robert Jones (Londres, 1947-EE. UU., 2016) fue mundialmente conocido como David Bowie. Es considerado uno de los músicos más influyentes del siglo XX y paralelamente hizo carrera como actor. Como cantautor ejecutó diversos géneros y adoptó varios alter egos, de entre los que sobresalen Ziggy Stardust y Thin White Duke. Como actor, fue rey de los duendes en Laberinto (1986) Poncio Pilatos en La última tentación de Cristo (1988) y Nikola Tesla en The Prestige (2006). Se le reconoce por temas como “Space Oddity”, “Ashes to Ashes” o “Heroes”, aunque su herencia musical es mucho más extensa. Es un ícono de la cultura pop.

Sus fanáticos nos obsesionamos con su música, su talento y su apariencia. Además de disfrutarlo como artista, he aprendido de Bowie algunas cosas que van más allá de su legado musical.

  1. Se puede ser mejor siendo diferente. Un día me preguntaron: ¿Qué prefieres ser: mejor o diferente? Aunque la respuesta parece obvia para mí no lo fue. ¿Mejor en qué o mejor que quién? Cuando empecé a conocer y a admirar a Bowie empecé a entenderlo: él nunca se pareció a nadie más que a sí mismo y esto le bastó para ser el mejor.
  2. El sexo fluye y fluye y fluye… De un chico aparentemente masculino pasó a tener una imagen andrógina, luego a vestirse de mujer. Se decía que vivió en pareja con hombres, con mujeres y que participó en orgías. Dijo que era homosexual y después cambió de opinión y se declaró bisexual para, finalmente ser un padre de familia hetero. Al final, para él las especulaciones sobre su sexualidad no fueron más que etiquetas sin importancia.

    Como Ziggy Stardust (1973).
  3. Además de buen músico ser puede ser un buen mercadólogo. Quien piense que crear Ziggy Stardust fue para Bowie pura inspiración artística está en un error. Él deseaba ser famoso y no lo había logrado, así que decidió conscientemente crearse una imagen inolvidable que sorprendiera y vendiera. Incluso declararse bisexual fue una ocurrencia en su momento para que se fijaran en él (después lo negaría, al fin que ya era famoso). Así que no basta con ser talentoso, hay que hacer un esfuerzo extra para que los demás lo noten y (seamos realistas) poderlo capitalizar.
  4. Se puede crear música de un montón de géneros sin perder la esencia. Blue eyes soul, jazz, glam rock, hip-hop, heavy metal, electrónica, pop, alternativa… A Bowie se le relaciona con una larga lista de géneros musicales, incluso se le considera iniciador de algunos. Lo cierto es que, incluso cuando en ocasiones se alejó de sus raíces glam (y fue criticado por ello) nunca renunció a experimentar. Su voz y estilo, tan imitados y “homenajeados”, son tan suyos que resulta inconfundible.

    Como The Thin White Duke (1976), foto de Jean-Luc Ourlin.
  5. La belleza es un concepto. Le muestro imágenes de Bowie a mi hijo de 11 años y él me va diciendo: “Chico… chica… chica… alien… señora… señor… chico… alien”. Yo le digo que es hermoso y él responde que le da miedo ese señor tan flaco y pintado y con ropa tan extraña. Es que para muchos Bowie no es de este mundo, simplemente no hubo nadie como él. Para mí su belleza radica en esa confianza en sí mismo, en la audacia, en la personalidad que transmiten sus ojos, sus facciones y sus movimientos, no en lo que los cánones de belleza (siempre cambiantes), prescriben.

Foto de entrada por David Preston en Unsplash

Nina: el talento y la ira

El 19 de octubre se conmemora el Día Mundial Contra el Cáncer de Mama, por lo que durante todo el mes se realizan acciones para concientizar y prevenir sobre este mal que, aunque la mayoría de las veces es curable, aún se lleva un gran número de vidas. Por ello, en 360 Grados deseamos recordar y rendir homenaje a tres mujeres de diferentes épocas, países y campos de estudio que murieron de esta enfermedad.

My skin is black, My arms are long, My hair is woolly, My back is strong. Strong enough to take the pain, Inflicted again and again.

“Four women” (1966)

(Carolina del Norte, Estados Unidos, 1933-Provenza, Francia, 2003)

¿Cuándo nació la ira? Tal vez a los diez años, al ver a sus padres dejar sus lugares para que se sentara gente blanca. La niña negra que daba el recital se negó a seguir tocando el piano hasta que regresaron a sus papás a la primera fila.

Tal vez continuó a sus veintes, cuando, por racismo, rompieron sus sueños y le negaron la beca para estudiar música y ser la primera concertista negra que pudo haber tocado en el Carnegie Hall.

Quizá se transformó al empezar a cantar para no perder su trabajo de pianista de jazz en ese centro nocturno donde Eunice Waymon se despidió para siempre y nació la leyenda: Nina Simone, la pianista y cantante que interpretaría de forma única a George Gershwin (“I Loves You Porgy”), a Johann Sebastian Bach (“Love Me Or Leave Me”) a George Harrison (“My Sweet Lord”) y a sí misma en canciones llenas de pasión, de belleza… y de ira.

Seguro se notó en la relación tormentosa con su esposo y manager, que la maltrató y la humilló, y ella bebió y tomó pastillas y le aventó las botellas furiosa, desesperada porque su cuerpo reaccionaba así (sin saber que padecía trastorno bipolar), igual que cuando le molestaba el ruido que hacía algún espectador y lo callaba en pleno concierto.

Y prosperó cuando supo la noticia: el Ku Klux Klan había asesinado a unas niñas negras en una iglesia. Entonces fue al piano y compuso “Mississippi Goddam”, donde maldecía y proclamaba: “All I want is equality, for my sister my brother my people and me”.

La ira siguió, cuando protestó por sus derechos de mujer y negra junto a Martin Luther King y luego él fue asesinado y ella siguió componiendo y protestando, cada vez más radical, hasta hacerse amiga de los Panteras Negras y negarse a pagar impuestos, lo que al final la llevó al exilio.

Se la llevó consigo a Liberia, Suiza, Holanda y finalmente a Francia, donde se quedó hasta su muerte, a los 70 años.

Nina Simone fue una contradicción andante que mezcló su enojo, su talento, sus pasiones y su insobornable deseo de vivir, los convirtió en música y nos la regaló. Nos legó sus manos acariciando el piano, su voz profunda, densa y melodiosa, sus letras que hablan por generaciones de mujeres, negras como ella, que han vivido la injusticia y que a pesar de todo siguen fuertes, soportando el dolor.

Nina Simone murió de cáncer de mama.

Foto de entrada por Matthew T Rader en Unsplash

Depeche Mode y punto

Por Juan Luis Gómez / Arquitecto, amigo de 360 

 

 

Año 2000 y México no era como lo pintaban en aquella película del mítico Héctor Lechuga: Todo lo pinche contrario.

A mis 14 años, y tres pelos en pecho (por que ahora ostento 5), mi educación musical se limitaba a lo que escuchaba en RadioActivo 98.5, lo que me dijo mi mamá que era lo correcto (Led Zepellin y The Rolling Stones) y lo que los petardos de mis amigos escuchaban.

¡Recuerdo perfecto que escuchaba el programa del Cha! En un viejo radio AIWA cuando escuche esa batería aguda seguida de la distorsionada guitarra y la potente base del bajo.

Por primera vez en mi vida estaba escuchando a Depeche Mode.

Useless, el último single de uno de los mejores discos de los 90: ULTRA, me rompió la madre en el momento exacto que Dave Gahan comenzó con su lírica.

Para ese entonces, la canción era considerada como “un clásico” con solo tres años de existencia. No entendía realmente de dónde, ni el porqué de esta canción, no sabía quiénes eran y no supe cómo encontrarlos.

Grabé el último minuto de la canción en un casete (que hasta la fecha tengo). Sí, yo fui la última generación que hizo eso.

Lleve ese casete a una comida familiar en donde Javier, mi primo, con 10 años más que yo seguramente sabía de quién se trataba.

Todo meco, corrí al radio de la cocina y le pedí por favor que escuchara esos 60 segundos de grandeza. Javier sonrió, y me llevó a su estudio.

Me entregó un CD con esa portada que parecía salida de una película de Tim Burton, y desde ese día entendí quiénes eran.

Descubrí en Tower Records y Mix Up, un sinfín de discos y sencillos de la mítica agrupación británica y durante años, me volví adicto a su música, todo esto siendo un adolecente fanático de los Gallagher.

Depeche Mode es parte de lo que soy, de mi historia y fue durante muchos años, sinónimo a la musicalización de mis errores, de mis aciertos, de mis fiestas y de mis lágrimas.

Lo que pasó hace unos cuantos días en la Ciudad de México es un recuerdo de esa época, pero traído a mi vida adulta. Lloré cuando tocaron Useless, y lloré de gusto y lloré un chingo.

Al parecer la gente ha dejado de recordar cuando fue la primera vez que escucharon “esa” canción, y obviamente, no encuentran una historia con qué asociarla, lo cual, vuelve un poco triste y fugaz a toda la industria.

La música es eso: simple y sencilla asociación y por eso, gracias DM, gracias por todo.

 

Imagen vía Straight

geek una revista digital e interactiva

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A partir de hoy la manera en la que se percibe la tecnología, la ciencia, los cómics, los videojuegos, el cine y el entretenimiento de culto está a punto de cambiar. Con siete años de historia en el universo de los blogs, geek.com.mx se reinventa para ofrecer una nueva forma de acceder a contenido editorial en modo digital y en modo interactivo: geek, la revista digital, está disponibletotalmente gratis en la App Store a partir de este momento para iPad.

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Rockstars de película que viven (vivieron) bajo la filosofía “Live Fast Die Young”

Portrait of Joy DivisionHace una semana (el 15 de julio pasado) se cumplieron 59 años del nacimiento de Ian Curtis, el líder de la icónica banda post-punk inglesa Joy Division. Desafortunada (o afortunadamente), él ya hace mucho que no está aquí para celebrarlo. Y, aunque estuviera, tengo mis dudas acerca de si lo celebraría… Quizá, desde que nació, su destino ya estaba marcado. Y siendo, como fue, un digno representante del movimiento (involuntario) “Live Fast Die Young”, efectivamente no pudo haber vivido más de 30 años. Aunque en realidad, vivió menos: 23 años y poco más de diez meses.

Yo conocí su música muy tarde en mi vida. Casi a la misma edad que él tenía cuando murió. Tenía 21 o 22. Era aún universitaria y no pude más que rendirme a la genialidad que para mí significó (significa) entonces. Los diez años que tengo de “conocerlo” no habrían —definitivamente— sido lo mismo sin saber de su existencia musical. No podría elaborar un soundtrack de mi vida sin canciones de Joy Division. Habría al menos dos. O tres. O más. Para mí, como para muchos, varias de esas letras tienen un significado especial y particular. Aunque las haya escrito otro ser humano, lejano en tiempo y espacio. Eso es lo que hace universal a la música.

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En fin que esto me recordó a la película biográfica Control (2007), de Anton Corbijn, que vi hace exactamente cuatro años y me tocó fibras muy sensibles como sólo pueden hacerlo ese tipo de películas: las que van de rockstars, de aquéllos cuya música admiro y que tienen en común vidas tormentosas y, con frecuencia, trágicas y cortas. Tan sólo de pensar en eso, se me pone la piel chinita. Por cierto, que algo de admirarse del actor que encarnó al atormentado y talentoso Curtis, Sam Riley, es que cantó algunas de las canciones para el filme… ¡y muy bien! Pienso que en verdad se metió en la piel del músico.

Así, se me vienen a la mente otras películas del estilo (y que me han gustado mucho): Sid y Nancy (1986), de Alex Cox; The Runaways (2010), de Floria Sigismondi; y, aunque no se centre en un artista en particular, otro must que no puede faltar en esta categoría es 24 Hour Party People (2002), de Michael Winterbottom. En cambio, me faltan otras, como Velvet Goldmine (1998), de Todd Haynes, o Last Days (2005), de Gus Van Sant.

En fin, tengo tarea por hacer, sobre todo porque esto es un cuento sinfín: películas sobre músicos atormentados y geniales no es que broten por montones, pero vaya que me falta un largo camino por recorrer…

Amy (2015), de Asif Kapadia, que aunque no es biopic, sino documental, es otra que no se me puede escapar, por cierto. Mi amada Amy Winehouse. Mi amado Ian. Ojalá Morrissey deje de ponerse sus moños y deje que hagan una sobre él. Sería lo mejor. En fin. Divago. Mejor véanlas todas, si es que no lo han hecho.

Descubrimientos musicales: Flo Morrissey

Hace un par de semanas más o menos, por azares del destino y las procelosas aguas de la red, me encontré, quizá en parte por haber tecleado “Morrissey” (Steven Patrick, el de los Smiths) en Google o Spotify, entre las opciones, además del consabido ídolo, también me salió otra opción, (mucho) más nueva: Flo Morrissey.

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Me llamó la atención encontrarme con una chavita casi adolescente con aires de Lana Del Rey y toda “hipsterosa”, así que ahondé en la búsqueda y descubrí que es una veinteañera londinense que un buen día decidió subir todas sus canciones y un video a SoundCloud y YouTube, respectivamente, que llegaron a los ojos (y oídos por supuesto) del director de la discográfica Glassnote, Daniel Glass. Éste quedó encantado e inmediatamente la firmó. Según The Guardian, los productores de su primer álbum Tomorrow Will Be Beautiful, Noah Georgeson y Philippe Zdar, capturaron la “imposible voz pura de Morrissey en un paisaje músico-pastoral” y que la “ausencia de trucos electrónicos da al álbum calidad atemporal y hace guiños a los artistas que la han influenciado, trovadores trágicos como Nick Drake, Karen Dalton y Tim Buckley”.

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En fin, que es toda una sensación en Europa, y la verdad, perdón que siga con esa comparación, pero me recuerda muchísimo a Lana Del Rey, es como su hermanita pequeña: en look, voz y estilo. A ver si luego, más adelante, empieza a desarrollar un estilo más original, que con esa voz lo puede hacer.

Para el día de hoy, 17 de julio de 2015, su álbum ya estará disponible en iTunes. Pero también puedes escuchar su primer sencillo “Pages of Gold” en Spotify y ver el video en YouTube; además, tanto en Spotify, como en SoundCloud, está “Show Me”, otro corte musical que formará parte del disco debut.

 

De quinceañeras de 30 años y otras curiosidades II: No es lo mismo fanáticas locas que 15 años después

(continuación de la primera parte)

Sí. Indudablemente el miércoles 24 de junio de 2015 fue un día especial porque fui a un concierto especial: uno que era parte del gran regreso de los Backstreet Boys a México. Y como bien lo dije en el post anterior, salí encantada.

Lo único que hubiera cambiado sería el lugar donde estaba. La verdad es que hasta que no estuve ahí, otra vez, en el mismo recinto que ellos, no pude constatar cuánto deseaba verlos más de cerca. Casi casi como cuando tenía 15. O 16 o 17 o 18.

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Para el caso, han pasado 18 años desde que supe de los chicos por primera vez, cuando tenía 14, y ya había entrado a la prepa. Curioseando en mi tienda de revistas favorita, los vi en la portada de una de esas publicaciones norteamericanas que llamaban mi atención sobre todo y hasta entonces por Leonardo Di Caprio, el galán de Titanic. Ni siquiera eran la foto principal, pues aparecían en una más pequeña junto a una de las orillas. Recuerdo que el nombre del grupo y sus outfits (jerseys de equipos de hockey y pantalones aguados) me llamaron la atención, me parecieron muy originales. Era 1997 y ese verano lo había pasado escuchando a las Spice Girls, por lo que un conjunto de “boys” no me venía nada mal. Recuerdo que desde el primer instante, Nick llamó mi atención y me pareció guapo. Quizá por su parecido con Di Caprio en aquella época. Rubio, ojos azules, cara de niño. Desde entonces, mi pobre madre firmó su sentencia de padecer con una hija adolescente loca y “fan from hell” durante cinco años. Nunca fui fiestera, ni me emborrachaba ni me drogaba, así que supongo que esto fue el sustituto de todas aquellas tentaciones “normales”. Así que sí, ella y un par de tías fueron las que más sufrieron mi obsesión. Yo en cambio, la gocé hasta más no poder.

En ese entonces no se sabía mucho de los chicos en México, así que me dediqué a hurgar en todas las revistas gringas que pude (y a comprarlas, por supuesto) donde los veía: Bop, PopStar!, Tiger Beat, Teen, Seventeen, Teen People, Cosmo girl (superoriginales los nombres, por cierto, pero así fue cómo empecé a aprender inglés)…  Y cómo olvidar el must, Super Pop, que no era gringa, pero sí española; y que aunque llegaba con seis meses de retraso, no me importaba pues siempre, siempre, traía a mis ídolos en la portada. Era incluso lo que pedía cuando alguno de los amigos de mi mamá viajaba a España: la Super Pop del mes. Dios.

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En fin cuando el país se puso al corriente y se empezaron a escuchar en la radio y se escribían artículos acerca de ellos en las publicaciones nacionales, la horda de fans mexicanas no se hizo esperar. Pero para entonces yo ya les llevaba ventaja y, como buena quinceañera temperamental (¿eso no es pleonasmo?) que se precie de serlo, me molestaba que ahora todas se fijaran en los BSB y en mi Nick. Sentía que yo tenía más derecho a ellos (lo que sea que eso signifique); privilegios por antigüedad, supongo.

La primera vez que los vi en vivo estaba superlejos. Más lejos de lo que estuve en el Auditorio Nacional la semana pasada. La primera vez sólo dieron dos o tres conciertos en el Foro Sol de la Ciudad de México. Y ya. Era marzo de 2001 y yo tenía 17 años. Sufrí para comprar los boletos porque, antes, la internet no daba para eso y uno tenía que llamar por teléfono. Obviamente, las líneas estaban saturadísimas. Y cuando por fin logré que me contestaran todos los boletos se habían acabado, excepto los de hasta atrás. Yo quería comprar los de hasta adelante, mis amigas también, mi mamá me había dicho que sí… pero no tuve suerte. Esta vez, pasó algo similar (los boletos para los lugares que quería —en medio— se agotaron rápidamente; claro, esas mismas quinceañeras que me los ganaron en 2001 son las mismas treintañeras que me los ganaron ahora); aunque a decir verdad, tampoco me esforcé mucho porque tampoco me interesaba tanto, como antes, estar en primera fila. O al menos eso era lo que yo pensaba. Y eso que esta vez, sí quedaron boletos disponibles, pero justo ese mismo día, no iba a pagar 1,500 pesos. Mi yo adulto se impuso.

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Las diferencias entre aquella época y ésta son notorias. Los seis (Nick, Brian, Kevin, Howie, AJ y yo) éramos catorce años más jóvenes y la adrenalina se vivía diferente. Se presentaron en un lugar mucho más grande. Las fans (que ahora son treintañeras con responsabilidades, en su mayoría) estaban locas y tenían más energía y más tiempo, como yo, para seguirlos, esperarlos, acosarlos. Me aposté afuera de su hotel durante dos días con la esperanza de que salieran a saludarnos, y con suerte me firmarían autógrafos y recibirían mis regalos. No funcionó. Me quedé un poco descorazonada porque no logré mi cometido, ni en el concierto, ni fuera de él. Pero ahora recuerdo esos momentos con cariño. Sobre todo porque los compartí con mi mamá.

La segunda vez que los vi ha sido la vez que más cerca los he visto. En San Antonio, Texas, unos meses después de que se habían presentado en el Foro Sol. Viajé en un tour con una excompañera de la universidad (sí, ya había entrado a la universidad) y su familia. Esa vez, con toda la adrenalina a lo que daba, los pude medio ver de lejos en sus autobuses y más de cerca en el concierto. Vi también a su protegida de entonces, Krystal Harris, una cantante que pasó sin pena ni gloria, y a la que me tocó ver antes del espectáculo firmando autógrafos. Como llegamos hasta el final (a los autógrafos), el de seguridad ya no nos dejó pasar a formarnos y le pedí que le entregara una bolsa con obsequios para ella y para los chicos. No sé si los recibieron. Me gusta pensar que sí. Los asientos no nos preocupaban tanto porque estaban numerados, y además, el Alamodome no era un lugar como el Foro Sol.

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Las diferencias con respecto a esta vez siguen siendo enormes porque, evocando la época, no puedo creer que haya ido a dos conciertos en un año. Y que en el segundo me acerqué al escenario considerablemente. Además, también los estalqueé en su hotel… sin éxito, pero fue divertido. Ahí conocí a una niña que también los quería ver. Era de Brownsville y entendía un poco el español, pero yo le hablé en inglés. A los únicos que vimos fue a un par de bailarines. O al menos eso creíamos que eran. Lo mejor fue que pude practicar el idioma y me encantaba. Era la primera vez que iba a Estados Unidos y que estaba fuera de México; la verdad es que si no hubiera perdido mi dinero justo el día del concierto, todo hubiera sido maravilloso.

Ya no hago eso de esperar, corretear o perseguir. Fue bueno en su momento, pero esos días ya pasaron. Ya no tengo 14, 15, 16, 17 o 18 años.  Ahora lo único que tengo que hacer para tomarme una foto con ellos es gastar una pequeña fortuna, pero al menos tendré la seguridad de tener más probabilidades de conocerlos que si me quedo apostada frente a su hotel. Por un lado creo que las cosas, si bien son caras, son más fáciles ahora. Con toda la tecnología y las redes sociales a nuestro favor, es incluso más simple lograr que tus estrellas favoritas te manden un saludo, aunque sea como respuesta a un tuit.

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Antes había que comprar revistas y medio rebuscar por la incipiente internet información acerca de ellos, inscribirte a cuanto foro te encontraras, socializar por teléfono, por correo electrónico o por MSN con los demás fans para lograr estar en un club oficial que tuviera derechos por sobre el resto de la fanaticada. Era más complicado dar el gran salto porque todo era mucho más orgánico. Había que trabajar más para llegar al centro de la coraza con la que los protegían. ¿Cómo demostrabas que eras fan? Con toda la parafernalia que adornaba tu cuarto, tus cuadernos, a ti misma: pósters, fotos, carteles, discos normales, sencillos o de colección (por supuesto, cds o cassetes; nada de Spotify o Apple Music), playeras, aretes, anillos, muñequitos, todo, todo, todo lo que se pudiera. Comía, bebía y respiraba Backstreet Boys. Cuando salía, los escuchaba en un discman. (Me acuerdo perfectamente de la fecha exacta del lanzamiento mundial de Millennium, su álbum más exitoso: 18 de mayo de 1999.) Me conectaba a internet mediante una línea telefónica para poder saber lo más reciente y no existían las redes sociales donde ellos pudieran verter una opinión propia y fidedigna: todo eran rumores, siempre. Y una sufría. No se permitía entrar con cámara a los conciertos, así que una se las tenía que ingeniar. Y guardar en la memoria propia, no en la de un celular, todos los momentos vividos y las canciones escuchadas.

Por otro lado, creo que hubiera sido una combinación fatal. No sé si yo como adolescente loca hubiera sobrevivido al exceso de y al fácil acceso a la información que existe ahora. Si de por sí, como “adulta responsable”, a veces me cuesta un poco de trabajo… No quiero pensar qué hubiera pasado si los chicos hubieran tenido cuenta de Twitter o de Instagram entonces…

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Me gusta recordar esos tiempos, eran buenos, fueron buenos, los disfruté y pasé muchos momentos lindos. Conocí mucha gente e hice amistades, gracias a mi fanatismo loco, que hasta la fecha han perdurado. Aprendí mucho, aproveché mi adolescencia como adolescente y no me arrepiento de ello. Al contrario. A pesar de que nunca cumplí entonces mi sueño de conocerlos, abrazarlos y tomarme una foto con ellos.

Sin embargo, ahora tengo todo a mi favor: mi treintena de años me da más experiencia e independencia económica y emocional. Si lo deseo (ahorrando, claro), puedo comprarme un boleto al crucero Backstreet un buen día de estos y así, por fin, cumplir mi sueño de adolescencia. Y no me olvidaré de invitar a mi mamá. 🙂