Los códigos morales, a pesar de su omnipresencia dentro de nuestra sociedad, no cuentan con algún tipo de valor físico que pueda comprobar su relativa existencia.
En sus escritos más transgresores, Albert Camus aseguraba que la moral es una fantasía inasible; un sistema que se torna inútil ante la pluralidad de la vida cotidiana y, en el peor de los casos, un herramienta de la que generalmente se vale el Estado para regular el comportamiento de una determinada población.
Tomando como punto de partida esta escandalosa idea; Rick Remender, autor de varias de las obras más sorprendentes del Noveno Arte contemporáneo, se dio a la tarea de hilvanar una historieta que lleva a nuevos niveles el concepto de nihilismo.
Deadly Class es un cómic protagonizado por Marcus, un muchacho huérfano y sin hogar quien subsiste de forma precaria en las calles de San Francisco; ciudad que se ve contextualizada en el mandato de Ronald Reagan.
La vida de nuestro personaje principal da un súbito cambio cuando éste es acogido por un colegio secreto el cual tiene como misión formar a los asesinos más certeros del mañana; una especia de Hogwarts que, en lugar de enseñar hechicería, imparte efectivas técnicas de homicidio.
Este controversial argumento se ve rematado mediante la presencia de una serie de personajes (todos descendientes de mafiosos y pandilleros) quienes, de una forma sumamente vívida, retratan el hartazgo, el desconcierto y la rabia de toda una generación que despertaba a los albores de la posmodernidad más salvaje.
A lo largo de este texto, la moral se torna un experimento que se encuentra en constante cambio, evolucionando hacia distintos términos que anuncian esa relatividad e incertidumbre que son la verdadera esencia de la civilización humana.
El homicidio, asunto que es plenamente condenado en nuestra sociedad, se ve abordado a través de múltiples perspectivas que hacen del tabú todo un divertido despliegue de posibilidades.
Un fenómeno al que se suma el desbordante arte de un Wes Craig quien hace de cada página una auténtica obra maestra, digna de ocupar un lugar de honor en un museo de arte contemporáneo.
Valiéndose de un ánimo tremendamente estimulante, Deadly Class nos invita a sumergirnos en un mundo donde la ética nos es más que la rehén incómoda de unos adolescentes que le han declarado la guerra a los valores más caducos de su sociedad.