La ciencia ficción es uno de los géneros más complejos y amplios dentro de la narrativa de carácter fantástico; fenómeno que se debe principalmente a ese infinito caudal de matices que distintos autores han cultivado a lo largo de su historia.
Es dentro de las ramas más transgresoras de este tópico que nos encontramos con el cyberpunk, estilo que aborda, de manera agresiva, delirantes aspectos de la condición humana.
Akira, historieta creada por el inimitable Katsuhiro Otomo, es uno de los principales pilares de este fenómeno.
Surgida en el año de 1982, esta larguísima producción (sus publicaciones se mantuvieron vigentes por cerca de ocho años) es una auténtica obra maestra del arte secuencial que conjunta narrativa envolvente con arte sobrecogedor.
Esta pieza nos introduce en la ciudad futurista de Neo-Tokyo; escenario donde un par de amigos pandilleros (Kaneda y Tetsuo) subsisten en medio de la violencia, el hartazgo y la desolación.
La relación entre ambos personajes se verá rota de tajo cuando Tetsuo descubra sus descomunales poderes telepáticos, mismos que lo llevarán a convertirse en una auténtica amenaza para la humanidad.
El arte gráfico cultivado por Otomo es simplemente apabullante, logro que es fruto de ese exquisita mezcla que propone entre estilismo futurista y ánimo callejero.
Asunto al que se suma una compleja y entrañable trama que aborda, tanto metáforas de la sociedad contemporánea, como asuntos mucho más personales donde la psique humana deja al descubierto su naturaleza más honesta.
Al mismo tiempo, la sombría visión característica del cyberpunk se vuelve motivo de análisis gracias a un discurso donde el cuerpo humano se ve intervenido irremediablemente por los esbirros de la tecnología.
Akira es una obra que, a pesar del paso del tiempo, continúa destacándose como una joya del arte moderno; mismo asunto que se volvió doblemente evidente gracias a su impresionante adaptación fílmica (1988), también dirigida por Katsuhiro Otomo.