Andrés despertó angustiado, entre escalofríos, como si las sombras con las que acababa de soñar lo persiguieran, afuera una rama repiqueteaba en su ventana y de pronto parecía como si a los árboles les hubieran crecido garras; pero no era así, ¡otra vez había sido esa maldita pesadilla que lo acechaba en las últimas noches y que lo dejaba sin ganas de seguir durmiendo!
Prefirió salir de la cama, vestirse y dar una vuelta por la bahía, anhelaba respirar el aire fresco sin importar que fueran más de las tres de la mañana. Las calles estaban desiertas y solo se escuchaba el murmullo del mar.
Caminó aún adormilado hasta llegar a la playa; a lo lejos, bajo unas rocas, le pareció distinguir la entrada a una cueva, estaba sorprendido pues no recordaba haberla visto antes. La curiosidad le ganó y sin pensarlo dos veces entró en aquel lugar, alumbrando el camino con la lámpara de su celular.
Después de dar algunos pasos, escuchó en su oído una voz de ultratumba que le susurró: “¡retrocede!… aún estás a tiempo”. El chico se quedó impávido, la piel se le erizó por un instante, volteó, pero no había nadie. Pensó que ver tantas películas de terror le estaba afectando, seguramente todo era producto de su imaginación, así que continuó su camino.
Al adentrarse todavía más en la cueva, lo deslumbró una luz que salía del piso con mucha fuerza, por algún extraño motivo su corazón comenzó a latir con violencia, sentía que estaba a punto de descubrir un gran secreto o que se acercaba a algo que era parte de su vida…
Cuando por fin pudo asomarse al sitio de donde provenía la luz, Andrés encontró un piso transparente de varios metros de largo, abajo se veía claramente todo lo que ocurría dentro de una casa, al mismo tiempo se escucharon murmullos y risas burlonas que no parecían de este mundo. Pero no fue eso lo que lo aterró por completo, sino la escena que miró detalladamente: se vio a sí mismo dormido en su casa, mientras alrededor de su cama unos seres oscuros, con rostros de cabra y ojos rojos, absorbían su alma deleitándose con ello. El otro igual a él, se retorcía en el lecho entre sudores fríos y una inmensa desesperación.
Pensó que seguramente estaba envuelto en otra de sus pesadillas, pues aquello no podía ser real, pero en ese mismo instante sintió una mano huesuda posándose en su hombro y una voz metálica le dijo: “eres afortunado… pocos pueden presenciar el momento de su muerte desde lejos y saber que, son los seres demoniacos quienes les han robado el alma y la energía para alimentarse de ellas…” El cuerpo del joven no dejaba de temblar y armándose de valor, volteó a ver al dueño de esa horrible voz, pero era mejor no haberlo hecho, porque el rostro que estaba frente a él, era el de su hermano fallecido, pero terriblemente desfigurado y con las cuencas de los ojos vacías.
Andrés soltó un quejido de horror que resonó en toda la cueva y en toda la calle de su vecindario. En ese instante cayó desplomado, los demonios festejaron su triunfo, pues un alma más se uniría al infierno para penar a su lado.
El grito de ultratumba despertó a toda la colonia, un hedor a azufre salió a raudales. Andrés yacía muerto en su lecho, soñando que descubría una cueva a la orilla del mar….