Postsecret: contando historias con secretos

En un suburbio de Maryland, EUA, hay una casa que durante quince años ha recibido más de un millón de postales provenientes de cada rincón del mundo; en cada una va escrito un secreto anónimo. El destinatario y guardián de estas confesiones es Frank Warren, y lo que empezó como un pequeño proyecto de arte se convirtió en media docena de libros, exhibiciones en museos, una obra de teatro, colaboraciones con programas de salud mental y una comunidad mundial que busca conectarse con otros y confesar sus deseos, recuerdos y culpas a través de uno de los medios de comunicación más antiguos: el correo.

”Mis brazos están cubiertos con cicatrices”.

Belleza secreta

Si bien las instrucciones del proyecto son solo tres —el secreto debe ser verdadero, nunca antes compartido y tiene que enviarse en una postal física—, desde el principio los participantes decoraron con gran empeño y creatividad sus postales con collages de recortes, fotografías personales y objetos de gran significado —desde un ticket de avión del viaje que cambió la vida de alguien hasta la navaja de rasurar que un potencial suicida decidió no usar—, convirtiendo el proceso en un ritual de autoconocimiento y revelación.

“Cuando crezca quiero ser tan feliz como cuando tenía 7 años”. Imagen: Postsecret.

Los resultados tienen una belleza conmovedora, de inmensa honestidad y hasta con un cierto toque entre lo kitsch y lo punk; por años se han archivado en el popular blog de Postsecret y en los libros que Warren ha editado, además de ganarse exhibiciones  en museos como el American Visionary Art Museum y el MOMA en Nueva York.

“Somos el anti-facebook”

Postsecret es un proyecto lleno de intersecciones y contradicciones: une lo analógico —escritura e ilustración a mano, enviadas por correo— y lo digital —todo el proceso que Warren ocupa para compartir estos secretos con la comunidad, incluyendo el escáner y el blog—; además de que crea un espacio comunitario para compartir las confesiones más íntimas, de manera anónima y sin la “recompensa” de un like o un follow.

Cartas por correo.

Lo que diferencia a Postsecret de similares digitales como Whisper y Secret, que comenzaron bajo la misma idea de compartir secretos de manera anónima y terminaron como espacios tóxicos de abuso y discurso de odio, es su naturaleza analógica. El requerimiento de la lentitud y reflexión necesarios para convertir el secreto en arte se contrapone en los segundos que lleva escribir un mensaje virtual. Por esto, su primera y única encarnación en app no duró más de tres meses.

“Querida madre biológica: tengo excelentes padres”.

Warren mismo no está libre de controversia: aun cuando el blog permanece libre de anuncios en una era donde parece impensable no monetizar nuestras relaciones y confidencias —tal es el modelo de todas las redes sociales que existen— y se ha enorgullecido de nombrar al proyecto “el anti-Facebook”, también es cierto que durante estos diez años ha generado ganancias y reputación comerciando con los secretos de otros.

No callemos la vergüenza

Lo cierto es que compartir los secretos que cargamos tiene beneficios comprobados por la ciencia. No solo nos ayuda a afianzar nuestros lazos  sociales, sino que mejora nuestra salud mental. Los secretos motivados por la vergüenza son particularmente dañinos, ya que esta tiene una alta correlación con la adicción, la depresión y la violencia.

“Mi gran miedo es tener una hija que herede mi desorden alimenticio”.

 

Compartir secretos y leer los de los demás nos ayuda a sentirnos identificados y validados. Hablar y ser escuchado con empatía puede traer alivio e incluso, generar los más urgentes cambios sociales, como ha demostrado el movimiento #MeToo. En 2012, la investigadora Brene Brown decía: “Si pones la vergüenza en una placa de Petri, se necesitan tres cosas para crecer exponencialmente: secreto, silencio y juicio. Si pones la misma cantidad de vergüenza en una placa de Petri y la empapas con empatía, no podrá sobrevivir”.